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Chango viejo, maroma nueva


Sólo hay una cosa cierta: Eres más grande de lo que piensas. David J. Schwartz.


Todo comenzó el día en que Gonzalo, un antiguo ex-alumno me contactó por LinkedIn para pedirme consejo para mejorar su gestión como Director de Operaciones en una empresa de tecnología de información. Básicamente, lo que buscaba era mi apoyo ayudándole a mejorar la administración del desempeño de su área y a fortalecer la experiencia del cliente cuando usaba su plataforma web.


Gonzalo (nombre ficticio, por supuesto) fue un buen alumno; lo recordé inmediatamente: alguien siempre comprometido con lo que hacía y con un gran entusiasmo por hacer cosas nuevas. Continuamente preguntaba sus dudas y con frecuencia lo hacía imprimiendo una importante dosis de respeto y cuidando su lenguaje para conmigo. Él era diferente a la mayoría de sus compañeros, quienes, a pesar de nuestra diferencia de edades, no tenían el menor empacho en "tutearme". Gonzalo era distinto. Esto, sin embargo, no significaba que fuera falsa o artificialmente protocolario. No; nada eso: era auténtico. Sus preguntas las planteaba de forma clara y concisa y sus apreciaciones y opiniones siempre eran expuestas con seguridad.


Recuerdo que me forzaba siempre a darle mi mejor respuesta y me ayudaba a ayudarlo, haciéndome las preguntas que fueran necesarias hasta encontrar lo que buscaba, escuchando con atención y tomando notas, así que el día en que me llegó aquel mensaje suyo no sólo lo recibí con gusto: me emocionó, pues después de un buen número de años de haber egresado de su carrera profesional y no saber nada de él, volvía a conectar conmigo, ahora ya con un recorrido profesional que incluía una tercia de empresas, un emprendimiento personal, una maestría terminada y una especialización en proceso.


Nuestras primeras sesiones por Zoom las orientamos a revisar y analizar sus procesos, ayudados con una herramienta de SAS (Software as a Service) para mapear. En el camino, identificamos sus principales fuentes de errores y fallas y con eso, propusimos algunos ajustes. Establecimos nuevos indicadores de desempeño y mecanismos de monitoreo y rendición de cuentas para su equipo de trabajo.


Durante aquellas sesiones el tiempo volaba. En cosa de nada ya habíamos agotado la hora que habíamos asignado a aquellas tareas. Dicho de otra forma, entrábamos en flow.


Una vez que él tomó confianza con las herramientas de análisis que usábamos, comenzamos a avanzar a mayor velocidad; no sólo porque aprendió a dominarlas, sino porque empezó a enseñar a sus colaboradores cercanos a emplearlas y así el trabajo avanzó a mayor velocidad, mientras involucraba y comprometía a su gente en el proceso.


Cada sesión, que acordamos tener de forma semanal, Gonzalo me presentaba un nuevo reto, pues a los avances y tareas que teníamos que revisar en nuestras sesiones semanales, y a pesar de contar con un plan de trabajo acordado entre ambos desde un inicio, siempre añadía una nueva duda o algo que quería consultarme, que surgía como consecuencia de los problemas a que se enfrentaba en su trabajo diario.


Así, la cadena de temas abiertos y pendientes la veía yo crecer con preocupación, pues cada vez nos alejaba más de nuestras metas originales, cosa que a él parecía no afectarle; es más, ni siquiera importarle, pero que, debido a mi inquietud por cumplir a tiempo los resultados consignados en nuestro acuerdo inicial, me hacía ser reiterativo sobre mi preocupación por lo que parecía estarnos alejando de nuestros propósitos originales.


Me tomó tiempo darme cuenta de algo que yo aún no había entendido: Que aquel proceso no se trataba de ayudarle a hacer su tarea; mucho menos de hacérsela. Poco a poco descubrí que mi contribución más importante consistía en ayudarlo a resolver sus problemas, cuestionándole aquello en que titubeaba para obligarlo a encontrar mejores alternativas.


También, comprendí la importancia que tenía para él el que le brindara distintas perspectivas a una solución preconcebida, le aportara nueva información que tal vez desconocía o bien, le confirmara sus supuestos en aquellos casos en que sólo requería un último empujón o punto de vista para poner en práctica algo que de antemano ya había considerado.


A partir de entonces comencé a ver con más claridad que aquella solicitud que Gonzalo me había hecho meses atrás, no consistía -como erróneamente di por hecho- en que le diera una nueva clase, casi 15 años después de la última que le impartiera, o bien un curso de actualización con objetivos y un temario predefinido. Me quedó claro que el proceso de brindar ayuda a un profesional para mejorar su práctica consistía mayormente en ayudarle a descubrir por sí mismo las respuestas, formulando las preguntas "correctas", pero también en ser específico, conciso y decir las cosas sin ambages ni ambigüedades al momento de brindar una opinión o un consejo solicitado. Aprendí, sobre todo, a reconocer cómo el conocimiento y la experiencia, pero también la empatía y la flexibilidad juegan roles fundamentales en el éxito de una relación de ayuda entre un mentor y su mentee.


Fue así como descubrí en mí, de manera involuntaria, algo que los aciertos y errores me han ayudado a ir puliendo: una capacidad no utilizada para brindar mentoring y coaching a jóvenes emprendedores, dueños y ejecutivos de empresas deseosos de encontrar guía metodológica -ajustada a su situación- para fortalecer sus potencialidades. Este proceso de aprendizaje continuo me ha llevado a consultar, estudiar, practicar y mejorar constantemente mis métodos de trabajo, buscando ser más y más efectivo.


Dicho de otra manera, he confirmado una vez más que Chango viejo si aprende maroma nueva (si se tiene la voluntad).


Mentorear a alguien puede ser para muchos de nosotros una forma de regresar algo de lo mucho que hemos recibido. Una forma de abonar a nuestra hipoteca social, usando el término propuesto por el querido maestro David Noel Ramírez. Mentorear implica proveer soporte emocional y retroalimentación en momentos difíciles.


Dice Tamara Erickson, autora de Retire Retirement: "el mentoring no siempre es un asunto de escalar; puede implicar ayudar a encontrar paz en la vida de la persona a la que ayudas, extrayendo el máximo potencial de sus elecciones". Hay poco que añadir a esta reflexión.

Este artículo no lo escribí para hacer proselitismo o vender algo. Lo hice para compartir mis ideas, exponiéndolas ante quien desee ayudarme a mejorarlas, así que antes de cerrar mi colaboración, quisiera dejarte algunas guías, obtenida de mi propia experiencia, así como de algunos artículos y libros consultados -en particular la Guía para Mentores, desarrollada por el Centro de Liderazgo y Práctica de la Salud del Instituto de Salud Pública del Estado de California- que considero esenciales para mejorar nuestra práctica como mentores. Espero que te sean útiles, como lo han sido para mí:

  1. Desarrolle la habilidad de escuchar activamente. Escuchar activamente es, tal vez, la habilidad más importante que utilizará a lo largo de una relación mentor - mentee. La escucha activa no solamente ayuda a desarrollar una buena relación, sino que crea un entorno positivo y de aceptación que permite una comunicación más abierta, o como dice el Dalai Lama: “A veces el silencio es la mejor respuesta”.

  2. Reconózcase como un Role-model. Como modelo a seguir, podría compartir sus propias metas profesionales y personales con su mentee, cuando sea apropiado. Es probable que él o ella le pregunten cómo lo hizo. Esto puede ayudar a su mentee a identificar y alcanzar sus propios objetivos profesionales y personales más fácilmente. Usted también desarrollará la capacidad de su mentee para lograr sus metas acercándole recursos a su alcance; esto incluye presentarle personas valiosas de su red de contactos, hacerle recomendaciones de libros y artículos que debería leer y herramientas e información basada en la web que podría consultar, por ejemplo.

  3. Brinde aliento e inspire. Dar aliento es la habilidad de mentoría más valorada por los mentees. Hay muchas formas de hacerlo. Para esto, comente favorablemente sobre sus logros; comunique su creencia en su capacidad para alcanzar sus metas y responda a sus frustraciones y desafíos con palabras de apoyo, comprensión y elogio. Afirmaba David Henry Thoreau: The mass of men lead lives of quiet desperation. Ayudar a otro ser humano a encontrar alternativas para superar las causas de sus limitaciones y frustraciones es, de seguro, una de las mejores formas de crear valor en esta vida, a la vez de traer felicidad a uno mismo.

  4. Fomente la confianza. La confianza se construye con el tiempo. La confianza aumentará si mantiene la confidencialidad de sus conversaciones y otras comunicaciones con su mentee, si respeta sus reuniones agendadas y llamadas programadas, si muestra constantemente interés y apoyo y si es asertivo y honesto con su él o ella.

“El ejemplo no es una de las formas de influir en los demás; es la única”.

Albert Schweitzer. Premio Nobel de la Paz 1952.


Angel Velez Chong

Cuenta con una trayectoria profesional de más de 40 años, que inició como ingeniero de campo, colaborando en áreas de producción, mantenimiento, ingeniería y gestión de la calidad, en procesos de transmisión y generación de energía eléctrica.


Desde hace 25 años ha sido coach, instructor y asesor para dueños y directivos de empresas pertenecientes a los más diversos sectores económicos, tanto en México como en otros países. Actualmente, brinda coaching y dirige la empresa de consultoría Equal Business Solutions. Es, además, Director y socio fundador de otras dos pequeñas empresas de servicio con base en Monterrey, México.

 
 
 

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